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NUEVE FRANJAS Y UN SOL

DESDE MI PLUMA

¿QUÉ HUBIERA PASADO SI.....?

¿QUÉ HUBIERA PASADO SI.....?

Muchas veces nos quedamos pensando que hubiera pasado en tal o cual circunstancia si alguna de sus casuísticas hubiera sido diferente.

Para los blancos la historia del Partido ha sido una continuidad de interrogantes sin respuestas.

¿Cómo hubiera sido la historia del Uruguay si las fuerzas de Leandro hubieran salido victoriosas de Paysandú? ¿… que hubiera pasado si Aparicio, sin hacerle asco a Montevideo, hubiera asentado sus posaderas en el directorio del Partido sin hacer asco a compartir sitio con 'los señoritos'?

¿…como se leería hoy la historia, si la bala de Masoller hubiera errado su trayectoria?

¿… sería el Uruguay de este comienzo de siglo XXI, si en el 84, un Wilson encarcelado y privado de ser el candidato natural de su partido; al ser liberado no hubiera evitado mirar hacia un ignominioso pacto e irguiéndose inmensamente grande como pocos hombres saben llegar a serlo, rodeado de una muchedumbre enfervorizada, desestimó toda venganza para darle el mayor regalo a una democracia aún tambaleante: 'gobernabilidad'?

Aquella palabra que significaba tanto sacrificio en el pasado, en aquel presente de la Explanada Municipal y en el futuro, apoyando leyes que dolían pero que era consciente, darían al país la paz de una, repito, democracia aún tambaleante.

Más atrás en el tiempo, la historia nos lleva a preguntarnos ¿… qué pleitesías deberíamos acatar del 'todopoderoso' Tío Sam, si Herrera, con la cabeza muy fría, no hubiera despertado la conciencia nacional, que no sólo nacionalista, con aquella frase en la que se define el concepto de 'patria grande' del Partido Nacional: 'Ni la sovietización de las patrias americanas, ni una estrella más en la bandera de ningún imperio' con la que el estadista daba un rotundo 'no' a la pretensión americana de instalar bases en nuestro país.

El de los blancos, el Nacional, siendo un Partido de centro, no es un Partido de extensos periodos en el Poder; es más, son contadas las veces que gobernó, pero es un Partido de gobernabilidades.

Y por eso puede dar gobernabilidad a la derecha y a la izquierda sin que ello implique renunciar en lo más mínimo a la histórica salvaguardia de la democracia, valores por los que muchos blancos derramaron su sangre.

¿Habría habido tanta desazón y tanta esperanza en los uruguayos durante el último lustro?

¿Se sentiría tanta esperanza y tanta incertidumbre como sienten los uruguayos hoy?

¿Cómo sería el Uruguay de este primero de marzo si las casuísticas hubieran sido diferentes?

Seguro que distinto, pero tan digno como el nuevo periodo que se inicia; y seguro que más allá de triunfos y derrotas, todos los uruguayos sabemos que para que nuestro pequeño país siga siendo grande, más que nunca debemos tener presente la promesa mil veces hecha: "…sabremos cumplir…. sabremos cumplir".

 

Escrito el 1 de marzo de 2005 cuando faltaban pocos días para el aniversario de la muerte de Wilson Ferreira Aldunate

UN VIAJE HACIA EL MAR

UN VIAJE HACIA EL MAR

Ganadora del Colón de Oro en la 29 Edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva

Podríamos decir que la 29 edición del Festival de Cine Iberoamericano tuvo para los uruguayos, a más de los sonidos de los fandangos conque cada tarde la ciudad de Huelva dio la bienvenida a los participantes, el tango y el candombe que identifican Uruguay y Montevideo en el mundo, porque seguro que en el corazón de cada oriental repicaban las lonjas y se quejaban los bandoneones cuando Guillermo Casanova levantó los dos trofeos que lo hacían el gran triunfador del festival.

Nada más comenzar, el sábado 8 de noviembre, durante la gala inaugural, la actriz Maite Blasco, miembro de la Academia de Artes Cinematográficas leyó, por estricto orden alfabético de los países representados, los títulos de las obras, candidatas a obtener el Goya a la Mejor Película de Habla Hispana y allí estaba "El Viaje hacia el Mar":


ARGENTINA HISTORIAS MINIMAS
De Ricardo Sorín

CHILE LOS DEBUTANTES
De Andrés Waissbluth

COLOMBIA LA PRIMERA NOCHE
De Luis Alberto Restrepo

CUBA SUITE HABANA
De Fernando Pérez


ECUADOR FUERA DE JUEGO
De Javier Arregui

MEJICO EL MISTERIO DEL TRINIDAD
De José Luis García Agraz

PERU EL DESTINO NO TIENE FAVORITOS
De Álvaro Guelarde

URUGUAY EL VIAJE HACIA EL MAR
De Guillermo Casanova

VENEZUELA SANGRADOR
De Leonardo Enríquez

EL JURADO ELIGIÓ

Beatriz Flores Silva, otra uruguaya que sabe del sabor del triunfo, integró el Jurado junto a Concha Cuetos, Xavier Florriaga, Manuel Garrido Palacios, Ramón Masats, Javier Tolentino y Sergio Renán quién ofició de presidente.

Y los palmarés entregados fueron los siguientes:

Colón de Oro al mejor Largometraje:
"El viaje hacia el mar" de Guillermo Casanova (Uruguay)

Colón de Plata al mejor director:
Marcelo Ferrari, por "Subterra" (Chile)

Colón de Plata al mejor Actor:
Hugo Arana, por "El viaje hacia el mar" (Uruguay)

Colón de Plata a la mejor Actriz:
Gabriela Duarte, por "O Vestido" (Brasil)

Colón de Plata al mejor Guión original:
Franco de Peña, Tomas Kemspki, Antoine Vivas, Andrés Shaffer, por "Amor en concreto" (Venezuela)

Colón de Plata a la mejor Fotografía:
Por unanimidad, Esteban Courtalon, por "Subterra" (Chile)

Carabela de Plata al mejor realizador/a novel:
Por unanimidad, Boris Quercia, como realizador de "Sexo con Amor" (Chile)

Premio Especial del Jurado:
Por unanimidad, al conjunto de actores y actrices de "Sexo con Amor" (Chile)

Premio del Público
Colón de Oro del público:
"Subterra", de Marcelo Ferrari (Chile)


Premios Paralelos

Premio "Manuel Barba" de la Asociación de la Prensa
de Huelva al mejor guión
"Sexo con Amor", de Boris Quercia (Chile)

Premio ASECAN al mejor largometraje
"Sexo con Amor", de Boris Quercia (Chile)

Premio RADIO EXTERIOR DE ESPAÑA a la película de la sección oficial que mejor refleje la realidad sociocultural de la comunidad iberoamericana
"Un Titán en el Ring", de Viviana Cordero (Ecuador)

Premio "Llave de la libertad" al mejor largometraje
"Sexo con Amor", de Boris Quercia (Chile)

Premio "Cine y Arquitectura"
del Colegio Oficial de Arquitectos de Huelva
"El viaje hacia el mar" de Guillermo Casanova (Uruguay)

20 Aniversario de Huelva Información, al mejor cortometraje
LAS INSOLADAS (Argentina)

Con el Colón de Oro al mejor largometraje, el Colón de Plata al mejor actor, interpretación de Hugo Arana y el premio Cine y Arquitectura,la película uruguaya “El viaje hacia el mar” pasó a ocupar un sitial de preferencia en el cine de habla española.

 LA PELÍCULA

"Un Viaje hacia el Mar" es una producción de LAVORÁGINE FILMS - JORGE ROCCA, declarada de interés turístico por el Gobierno Nacional y los Municipios de Lavalleja y Canelones. Fue presentada con anterioridad en los festivales Internacionales de Cine de Montreal, San Pablo y Mannheim.

La película de 80 minutos de duración, escrita por Guillermo Casanova, Julio César Castro recibió los premios Fona 1999, Fondo Capital 1999, Ibermedia 2001 y del Programa de Apoyo a la Coproducción de la IMM 2001.

Lo protagonizan Hugo Arana, Julio Calcagno, Julio César Castro, Diego Delgrossi, Héctor Guido, César Troncoso, Bruno Musitelli, Varina de Césare, Raquel Armas, Tomás Álvarez y Walter Muniz y Aquino, una perra callejera, rescatada de un refugio de animales que fue entrenada en dos semanas escasas para lo que le daría fama y por primera vez en su vida, un dueño.

El libreto o historia que desarrolla es humano, real. Un grupo de gente de pueblo que un domingo ambientado por el año 1963 decide conocer un mar que nunca había visto.

Aparece en escena un camión desvencijado en el que los protagonistas, el barrendero del pueblo, el sepulturero, el vendedor de loterías y su perro, el dueño del camión, el capataz y un desconocido recién llegado al lugar, inician un recorrido que no resulta tan fácil como lo habían imaginado en un principio y los contratiempos que deben superar harán aflorar los sentimientos de cada uno de ellos. Es una película profunda donde los paisajes tienen también un protagonismo propio.

Van hacia el mar y cada uno vivirá la experiencia de enfrentarse a esa inmensidad azul de una manera diferente, con sueños, con ilusiones y con desengaños distintos.

EL DIRECTOR

Guillermo Casanova nació en Montevideo en 1963. Realizador de documentales, video clips, piezas publicitarias, video arte y programas de televisión, también entre otros etcéteras, fue director de imagen de Canal 10 de Montevideo, 

De sus trabajos destacamos "Mamá era Punk". documental 1988; "Los Muertos", cortometraje 1992; "Jaime Roos a las 10", documental musical 1994; "Memorias de la Costa", serie televisiva, 1966.

De "El Viaje hacia el Mar" podemos decir que es su estreno como director de largometrajes.

RESPECTO A BEATRIZ

Beatriz Flores Silva es una realizadora y productora cinematográfica uruguaya, ganadora del ‘Colón de Oro’ por su película "En la Puta Vida" (premiada con otros 17 premios internacionales) en la 27ava edición del año 2001 cuando también se hizo acreedora a la ‘Llave de la Libertad’.

Actualmente se encuentra abocada a concretar su próxima película que ya cuenta con el apoyo del Fondo Belga y del programa Inbermedia que apuestan por el proyecto que viene de la mano de una familia que Beatriz nos presentará con su forma tan peculiar de hacer las cosas.

Es de las personas que opinan que en Uruguay queda mucho por hacer en pro del cine. Por ejemplo, no existe una ley que subvencione a la cinematografía nacional para permitirle una continuidad que ahora solo alcanza medianamente en base al esfuerzo de cada productor.

"Por lo cual, todo el cine desde 10 años atrás en Uruguay, depende esencialmente de unas luchas enormes que hemos tenido para involucrar a las distintas entidades como el programa Ibermedia, el aporte de canales privados y coproducciones".

Situaciones que no son patrimonio exclusivo del Uruguay y que arrastra el sector a nivel internacional, desde hace ya más de una década.

 

Escrito en noviembre 2003.

 

LOS ÚLTIMOS CHARRÚAS

LOS ÚLTIMOS CHARRÚAS

Me piden que escriba sobre mi país y me cuestiono si puedo hacerlo sin tener que recurrir a la memoria y a lo que pasó antes de que el avión me trajera más acá de ese inmenso mar que llamamos Océano Atlántico.

En tres años pueden pasar muchas cosas, más de las que llegamos a comprender y, erigirnos en críticos, amigos o simplemente observadores de lo que ha ocurrido desde que dejamos el país resulta una temeridad.

Sabemos lo que leemos en diarios comunes o virtuales, pero también somos conscientes de que de lo que una prensa y otra escribe, leyendo todas las opciones llegaríamos, con mucha buena voluntad a un término que nos permitirá recién, centrarnos en la verdad; sabemos lo que nos cuentan nuestra familia, nuestros amigos, incluso los desconocidos con los que nos tropezamos por estos caminos de Internet, pero también somos conscientes de que según le ha tocado en suerte su papel en la sociedad, el desencanto o la confianza de cada uno serán diferentes y no siempre lo que uno ve, es lo que el otro observa.

En el mismo día alguien nos dice que la situación no tiene vuelta, que el país se hunde y con él todos los uruguayos; a la media hora estamos leyendo una nota llena de esperanza porque por allá, alguien descubrió una rendija por la que entra la luz y ¡mire que somos testarudos los uruguayos!, ya estamos levantando nuevamente la cabeza y por acá encontramos a alguien al que no le va tan mal y nos dice que, si bien ‘la cosa está difícil’, aún se puede remar.

Por eso no me considero autorizada para hablar de la realidad del país; ni de la realidad socio-económica, ya que si bien soy consciente de que la situación es preocupante, sería muy parcial en mi opinión porque trataría de oír solamente a aquel que ve asomar un rayo de luz; ni de la socio-política porque aunque trabajé periodísticamente en política, ahora solo puedo seguir el tema por los mismos referentes a que hago alusión dos párrafos arriba.

Tampoco puedo hablar de la realidad turística actual en Uruguay. Yo que llevé la bandera del turismo como un estandarte no me siento capacitada para juzgar su oferta turística actual, como tampoco me siento con autoridad para hablar de su patrimonio arquitectónico, me refiero al nuevo, a lo que vería hoy.

Yo dejé una torre de Antel apenas en estructura, y ahora veo fotos de un edificio desafiante, ¿de qué?, pues de la crítica, de la época de vacas flacas, del espacio mismo. Nadie me dijo que pronto el histórico puente sobre el Santa Lucía será eso: un recuerdo de la historia reciente; dejé Carmelo con no más de algún que otro hotel de dos estrellas y me entero que entre la ciudad fundada por Artigas y el puente Castell hay un complejo de cinco estrellas, me pregunto para quién, pero no me atrevo a hablar del entorno en que se construyó y pienso que debo averiguar más preguntándoselo a María Esther, pero cuando hablo con ella, siempre surgen cosas más importantes que un hotel cinco estrellas, como son los hijos, los sueños, los recuerdos y la amistad misma.

Ahora Beatriz nos ha pedido que le ayudemos a mostrar nuestro Uruguay a una amiga que desde Suecia quiere asomarse a ese país con forma algo parecida a la de un corazón, a la de un corazón anatómico, no al de los poetas del pincel, y trato de complacerla como puedo, enseñándole los recortes del ‘paisito’ que no cambian porque están encerrados en la memoria.

Y Beatriz, sin proponérselo, me ha dado idea para abrir la ventana de los recuerdos y mostrárselos al mundo, porque ahora, cuando escribimos no lo hacemos para unos pocos con acceso al papel donde plasmamos nuestras letras; para bien o para mal, escribimos para el mundo, y eso nos obliga a ser más cuidadosos, a no destrozar con una palabra incorrecta, lo que queremos que mejore y se haga más hermoso.

 

Antífona   
 
Recuerdo que uno de mis paseos preferidos en Montevideo era el Prado. Pero iba muy poco porque quedaba lejos de mi casa. Yo vivía en Cordón, a un paso del Obelisco y tenía allí, con solo caminar pocas cuadras, el Parque Batlle, al que a mi me gusta seguir llamando Centenario y, no muy lejos el Parque Rodó y con tanto verde alrededor, el Prado no dejaba de ser una exquisitez más que una necesidad.

Porque no me van a negar que perderse en los senderos bordeados de árboles, sentarse en el césped, aspirar el perfume de los eucaliptos, mirar cielo sin el molesto marco de edificios, se convierte muchas veces en una necesidad para quienes viven en las ciudades.

Con la imaginación estoy llegando al Viaducto, y ahora que lo pienso ¿estará aún en pie?, recuerdo que hace casi diez años los comerciantes del Paso Molino reclamaban su eliminación porque, sin trenes que atravesaran la ciudad cada poco tiempo, aquella obra dejó de tener sentido.

Las esculturas de Belloni, esa diligencia empantanada con el práctico tratando de sacarla de su comprometida situación apenas a un paso de la gran avenida. El Prado es hermoso desde que pisamos sus aceras y comenzamos a internarnos en los caminos irregulares que nos deslizan entre chicos jugando al fútbol, ciclistas domingueros y paseantes, termo bajo el brazo y mate en la mano cual insignia patria.

El barrio del Prado es en sí un paseo hermosísimo, con sus mansiones señoriales que fueron las casas de veraneo de las familias acomodadas del Montevideo de mediados del siglo XIX. Cuentan los libros, que cuando llegaba la época de verano comenzaba la mudanza de las familias cargando carros y carricoches con enseres, criados y hasta algún que otro animal.

Pero mi ideal no era perderme en sus calles arboladas ni recrearme con los cuidados jardines que se ven detrás de las verjas y dejaba la visita a las casonas para el día del Patrimonio, cuando la mayoría abría sus puertas a nuestra actual curiosidad. En el Prado yo buscaba el contacto con la naturaleza y me quedaba pensativa mirando correr el arroyo marrón grisáceo pensando si costaría tanto, en trabajo y en dinero, recuperarlo y hacer de ese cause un sitio donde los pequeños pudieran intentar la pesca de las mojarritas y todos respiráramos más complacidos.

Generalmente mis pasos, despaciosos y al azar me llevaban frente al monumento que representa a ‘Los últimos Charrúas’: el cacique Vaimaca, Tacuabé, Senaqué y Guyunusa con su pequeña hija en brazos.

Sin lugar a dudas Edmundo Pratti supo calar en el alma de los uruguayos cuando fundió los moldes con esos rostro tan orgullosos en su desgracia.

Mirándolos me vienen a la memoria unos versos de Juan Zorrilla de San Martín en su ‘Tabaré’

Son el hombre-charrúa,
la sangre del desierto,
¡la desgraciada estirpe, que agoniza,
sin hogar en la tierra ni en el cielo!

 

Canon

La historia de Vaimaca, Tacuabé, Senaqué y Guyunusa nos duele aún ¿y porqué? Siempre ha habido hombres que han considerado inferiores a las razas indígenas y por eso no han sentido remordimientos por sus culpas. Hoy, recordando ese magnífico grupo escultórico pienso si acaso no somos nosotros esos hombres.


 
Hace pocos años repatriamos a Vaimaca Perú desde Musée del’Homme de París donde su momia era exhibida como ‘curiosidad’. Inhumamos sus restos en el Panteón Nacional con honores de Héroe y todos nos sentimos en paz después de lavar la mancha de nuestra historia.

Por muchos años sentí hablar de los últimos charrúas ¿un monumento?, ¿la esclavitud a la que fueron sometidos esos cinco seres humanos, arrancados de sus raíces y exhibidos como bestias extrañas en los circos de Francia? ¿o la vergüenza de nuestra propia nación después que el Presidente Fructuoso Rivera ordenó el exterminio de la raza charrúa y Bernabé Rivera cumplió su cometido?

Las figuras de bronce siempre ocuparon buena parte de mi tiempo y cuando las dejo atrás, con la memoria me detengo en el rosedal. De todos los rincones del Prado el más hermoso por la belleza misma de las flores y por el descanso que sus bancos ofrecen entre los perfumes y los suspiros de alguna parejita que no escatima caricias.

Y aquí rememoro algo de aquella funesta noche en que los hasta entonces confiados aliados fueron traicionados. Salsipuedes ¡vaya nombre para una encerrona!, ¡vaya encerrona para una traición!

Nuestra historia estaba limpia, nuestro cielo no tenía manchas y nuestras frentes de orientales no llevaban la marca de la verecundia pero la más brava tribu indígena, la más grande de las que poblaron nuestro suelo, por indómita, por orgullosa fue juzgada y castigada sin piedad

Una nube mancha con una sombra el espacio del rosedal y miro el cielo.

El cielo uruguayo suele estar salpicado de nubes muy blancas, esponjosas, pero pasan y el sol vuelve a despejar los recuerdos.

Debe haber sucedido en la década del 80, quizás a principios de la del 90. No recuerdo exactamente cuando; sólo que las familias indígenas comenzaron a llegar a Uruguay.

No eran muchas, venían desde el Paraguay y la mayoría se quedaron en las islas frente a las costas de Río Negro, en el mismo río Negro y en el Uruguay. Supe que la Intendencia de Montevideo les había dado un sitio entre los montes nativos a orillas del Santa Lucía, pero eso fue bastante después.

Un día fuimos a buscar a una familia que nos habían dicho estaba acampada cerca de la ciudad de Santa Lucía. No fue fácil dar con ella. Dejamos el auto en la carretera, cruzamos entre los alambres de un cerco y comenzamos a caminar, más por instinto que por la seguridad de encontrarlos.

Estaban a la orilla de un hilo de agua, pequeño afluente ni siquiera catalogado como tal que les daba la humedad necesaria para hacer crecer su maíz.

Era una familia de indios guaraníes compuesta por el jefe de la misma, su esposa y sus hijos con sus esposas y sus hijos. En total unos nueve individuos entre grandes y chicos.

Sentados en el suelo, formando un círculo conversamos con el jefe del clan. Así nos enteramosque ellos venían ‘a cumplir con el designio de sus antepasados’, porque según nos contaron, una gran catástrofe iba a afectar al mundo y Uruguay era, precisamente, uno de los sitios del planeta que menos sufriría sus efectos.

Nos olvidamos de preguntar cuando iba a suceder aquello y, lo cierto es que en estas dos décadas no ha habido tal desastre mundial pero… ¡lástima que me fui de la seguridad del país! ¿no será quizás hora de pensar en regresar?

Hablamos mucho con aquel indígena y nos contó una historia que se nos hizo familiar. Nos dijo que ellos volvían a la tierra de sus mayores porque el hombre blanco había matado a sus abuelitos y éstos habían huído (los que se habían salvado) cruzando el mar.

No tuvimos ninguna duda. Sus abuelitos eran aquellos charrúas de los que los cuatro inmortalizados en el bronce habían formado parte. El hombre blanco era Bernabé y sus soldados. La matanza fue la orden de exterminio y el mar que cruzaron en su huída, era el Río Uruguay.

No pedían mucho, suelo donde sembrar su maíz blanco. Estaban en el lecho seco de un cauce, pero se sentían seguros. No temían a las tan comunes inundaciones. Ellos sembraban algunos granos de ese maíz especial y si venían fuertes significaba que allí la tierra los recibía con gusto y mientras las plantas estuvieran lozanas, no corrían peligro alguno porque la misma madre tierra los protegía.

Nos contó que cuando el sol tenía un halo a su alrededor significaba que había sucedido alguna desgracia en la familia que había quedado lejos y, con nuestra tonta picardía criolla, le preguntamos ‘y cuando es la luna la que tiene ese halo, ¿que significa?’ y la respuesta fue rápida y no hizo más que corroborar la vieja sabiduría popular: ‘pues que va a llover’.

Las fotos eran de rigor para dejar testimonio de aquella entrevista tan especial, pero sólo nos permitió fotografiarlo a él: ‘tú te llevas mi voz y mi imagen, pero no la de mi familia’. Y de la familia sólo pude llevarme el recuerdo de una mujer con un niño en brazos, de pie delante de una choza de palos, dos niños observándonos con curiosidad y, bastante alejados el resto del grupo.

Tejían cestos de mimbre que vendían en el pueblo cercano, después los ví en 18 de Julio ofreciendo su mercadería y un día se dejó de hablar de ellos, y poco más supimos salvo que había un asentamiento en algún sitio de Montevideo.

Ignoro si es el aroma de las rosas en flor, si se debe a un extraño atractivo emanado de los ojos de aquellos charrúas que, de naturales que parecen, esperamos que en cualquier momento comiencen a moverse, lo cierto es que el paseo ha quedado reducido a una tarde de recuerdos y mientras me dirijo hacia Agraciada para subir a un ómnibus que me lleve al Centro, pienso que el resto del recorrido lo haremos otro día, si me quieren acompañar.

 

Escrito en octubre de 2003

DOS HECHOS, DOS ÉPOCAS, DOS CULTURAS: LIBERTAD!

DOS HECHOS, DOS ÉPOCAS, DOS CULTURAS: LIBERTAD!

 

Foto publicada en el semanario Aquí referida a la Jornada del Obelisco… ¿gente o pancartas? No hay oriental que no comprenda su significado.


  
 
El domingo 30 de enero los iraquíes dieron un ejemplo de civismo como en pocos países hemos alguna vez podido ver.

No importa si estamos o no de acuerdo con que se hayan celebrado esas elecciones en el momento y condiciones en que se hizo. No vamos a discutir que motivos pudieron impulsar la no suspensión de los comicios, como tampoco vamos a teorizar sobre si ese aplazamiento hubiera o no pacificado el país.

Ni siquiera nos impulsa el análisis de las acusaciones que se han vertido antes, durante y posteriormente a ese día sobre la organización, las intenciones o los intereses, porque esta nota pretende ser solamente un estruendoso aplauso por un pueblo que no se amilana ni baja la cabeza ante propios ni extraños.

Menos aún nos importa lo que pueda obtener, como análisis de la respuesta de la ciudadanía iraquí, un presidente que desde la comodidad de otro país no quiso ni siquiera valorar la posibilidad de retrazar unas elecciones en las que se jugaba mucho del poco prestigio que le queda.

Lo que importa, más allá de los resultados, más allá del baño de sangre que no extrañó a nadie y más allá del miedo, es la esperanza; la expectación por la paz, por una vuelta a una normalidad de la que casi nadie tiene memoria porque las del 30 de enero del 2005, fueron en Iraq las primeras elecciones medianamente libres en el último medio siglo.

Fue un día histórico. Millones de votantes desafiaron las amenazas de las huestes insurgentes de regar con sangre las urnas y la serie de atentados no logró hacer fracasar el proceso electoral.

  

 
Ya quedó atrás el día. Ya la realidad superó las expectativas y el porcentaje de votantes puede ser un ejemplo digno de tenerse en cuenta por los ciudadanos de los países como El Reino Unido, España o Estados Unidos donde la concurrencia a las urnas generalmente (y salvo que reciban en el momento algún golpe bajo) no alcanza porcentajes medianamente representativos.

¡Que ejemplo acaban de dar los ciudadanos de este país donde la guerra y la guerrilla se han ensamblado en un solo holocausto y la vida y la muerte juegan una partida de naipes donde no vale más la astucia que la suerte!


Miraba una foto en la que se veía una larga, multitudinaria fila de iraquíes esperando para votar sin que importaran las balas ni los morteros que podían tomarlos como blanco.

Y me acordé de otra multitud que el 27 de noviembre de 1983, aún temerosa de algún tipo de represión, no bajó la cabeza y dijo ¡presente! para concluir el ¡no! de algunos meses atrás.Las circunstancias eran diferentes pero el resultado el mismo: defender la democracia. Y las cuatrocientas mil personas que tomaron hace más de dos décadas las calles de Montevideo y se dirigieron hacia un punto de concentración para oír una proclama, hoy deberíamos sentirnos identificados con esos millones de iraquíes que salieron de sus casas para también decir ¡presente!

Escrito el 31 de enero de 2005

DÍA DE LA ANTÁRTIDA URUGUAYA

DÍA DE LA ANTÁRTIDA URUGUAYA

       7 DE OCTUBRE

 

El Continente Antártico pertenece a la humanidad y por la exactitud de términos no debería hablarse de una Antártida uruguaya como tampoco corresponde nombrar a la Antártida como patrimonio de ninguno de los países que tienen bases en ella.

Lo que conmemoramos cada 7 de octubre  es el orgullo, como uruguayos, de estar presentes formando parte del concierto privilegiado de naciones con Bases en el continente blanco. 

La República Oriental del Uruguay ingresó como miembro adherente del Tratado Antártico   el 11 de enero de 1989 y fue aceptada como Miembro Consultivo (con voto) el 7 de octubre de 1985.

Un año antes la primera Misión Antártica uruguaya, la “ANTARKOS I” unía definitivamente el corazón de los orientales a un pedazo de tierra helada en la que nuestro país construía una Base Científica a la que se denominó “Artigas”, quizás para emular la grandeza del más sencillo de los orientales.

La Base Científica Antártica Artigas (BCAA)  está ubicada a 62°11' S 58°51' W en la isla Rey Jorge en el  archipiélago de las islas Shetland del Sur, a unos cien kilómetros al norte de la Península Antártica y aproximadamente unos 900 kilómetros al sur del continente americano y a 3.012 de Montevideo.

Años después se instaló una Nueva Estación Uruguaya, la Estación Científica Antártica Teniente de Navío Ruperto Elichiribehety "ECARE",  ubicada en la Caleta Choza, al SE de la boca de la Bahía Esperanza a unos 200 kilómetros de la primera, la que opera generalmente durante los meses de verano.

La historia  misma del continente antártico y de las Bases uruguayas; las anécdotas y sueños que han cobijado bajo la nieve de los inviernos australes los logros, los triunfos y porqué no, los fracasos porque de la enseñanza de éstos se componen los primeros, de los hombres que plantan cara a la soledad y entre mate y mate, acortando los meses se hacen parte de la historia misma, los iremos recreando en una sucesión de artículos mensuales que pretendemos culminar el 7 de octubre del 2005 pero entonces el trabajo periodístico aún no estará completo.

Como no lo estará el año siguiente ni el próximo, porque año a año seguirán llegando dotaciones de militares y civiles en misiones de investigación, mantenimiento y paz, tanto a la Base Artigas como a la ETARE, y nosotros tendremos una deuda de difusión con cada una de ellas.

¡Salud, pioneros de un sueño!
¡Salud, a aquellos hombres y mujeres que ya lo vivieron!
¡Salud, a los uruguayos que aguardan aún para vivirlo!
¡Salud hermanos orientales en las bases uruguayas en tierras australes!
Con ustedes brindamos y al levantar nuestra copa les deseamos un

                            FELIZ 7 DE OCTUBRE

El artículo completo con fotos de las bases uruguayas en la Antártida se encuentra en el link correspondiente en la página http://win.gtiuruguay.com/gracielavera/deuruguay.htm 

DOS DIOSAS DE COLOR PARA UN EFÍMERO REINO

DOS DIOSAS DE COLOR PARA UN EFÍMERO REINO


RECORDANDO A MARTHA GULARTE Y A ROSA LUNA

La escalera, algo angosta, llevaba directamente a un pequeño ambiente que en ese momento había sido invadido por plumas y lentejuelas. 
 
Al llamado del timbre respondió la voz de Martha desde lo alto. Subí y la sorpresa no fue poca cuando recibí aquel afectuoso saludo. Un beso de bienvenida, una dicharachera disculpa por aquel ordenado desorden que, no dudé, era lo propio por esas fechas en la casa de una primera figura del carnaval.

La verdad es que no fue fácil acceder al único sillón que quedaba libre. Primero había que sortear las largas plumas que conformarían ‘la cola’ del traje de la vedette y que esperaban ser insertadas en el armazón que las sostendría.

No quedaban muchas opciones. Manos y rodillas a tierra e imitando a los gatos pasar por debajo de aquella maraña de colores.

Yo no esperaba una entrevista corta pero tampoco una tarde con Martha Gularte. Mucho después pensé que yo había sido una gran estúpida al no haber consolidado aquella mutua simpatía.

Tampoco lo hice con la otra diosa del carnaval y nunca supe el porqué; si fue porque éramos mujeres y en esos encuentros que tuvimos aquel año nos habíamos trasmitido todo lo que teníamos para decirnos, en palabras o en miradas, que es mucho más de lo que se puede y debe publicar entonces o ahora.

El motivo de las entrevista fue una serie de artículos sobre las mujeres en el carnaval montevideano. Isabel Villar, la directora del suplemento nos lo había pedido como base del mismo en el mes de febrero del año… ¡Cielos…!


 
Andábamos por la mitad de la década de los 80 y la democracia recién recuperada nos hacía reír por el simple placer de reírnos.

Me encantaba dividir mi tiempo entre el diario, con sus páginas serias, casi masculinas en su estructura y aquella búsqueda de historias de mujeres uruguayas para La República de las Mujeres.

Pienso en la cantidad de anécdotas, de mini historias que quedaron en mi mente y que con muy poco afloran al pensamiento.

Sonrío porque recuerdo cuando escribí sobre las profesiones que por entonces eran hasta inéditas entre nosotras. Ahora en todo el Uruguay es posible encontrar mujeres taxistas, por entonces tuve que hacer una investigación para hallar ‘a la mujer taxista de Montevideo’.

Cuando descubrí a la única mujer ‘gomera’, por entonces, reí a mandíbula batiente cuando me contaba que un día había entrado a la gomería un camionero preguntándole a ella por el gomero; y al decirle “Soy yo”, el hombre luego de mirarla y sin decir palabra dio media vuelta y se fue en busca de un gomero del sexo masculino que arreglara la rueda de su camión.

De esa serie de notas sobre las mujeres en el carnaval no todas quedaron en el recuero. Apenas las modistas cociendo los trajes de los componentes de los conjuntos; dos jóvenes, quizás por entonces las únicas murguistas; la visita a la humilde casa de una de las vedettes de un conjunto lubolo, madre de un pequeño e ilusionada con el brillo de aquel traje y aquel tocado que durante ese mes la convertiría en primerísimo figura y los entretelones de la elección de las soberanas del Carnaval y de Las Llamadas.

Y de todas, las dos entrevistas inolvidables: la de Martha Gularte y la de Rosa Luna.

A Martha no la conocía personalmente pero a Rosa ya la había entrevistado en otras oportunidades, sin embargo nunca me sentí con tal capacidad de captar lo que decía como aquel año. Quizás, y no me quedan dudas al respecto, porque esa vez yo me sentí plenamente identificada con nuestro carnaval.

De la entrevista con Martha Gularte quiero recordar palabras concretas y solo recupero en la memoria flashes de aquella tarde. Yo sabía su edad septuagenaria pero la morena que estaba sentada junto a mi se consideraba aún una adolescente. Ella lo decía, los años resbalaban y su figura lo atestiguaba.

En un momento ¿hablaríamos acaso de su cuerpo?, sin reparo levantó su falda para mostrar lo que era su orgullo: sus piernas, las que maravillaron a multitudes hasta muchos años después. Ébano en una talla de la que cualquier mujer se siente aún envidiosa.


 
Su cuerpo todo, era mucho más joven que su edad, pero esas piernas que todos admirábamos cuando la veíamos venir por Gonzalo Ramírez, moviendo sus caderas al ritmo y envuelta por una cuerda de tambores, resultan difíciles de olvidar para cualquiera que la haya visto desfilar desvestida de lentejuelas y plumas.

A media tarde, ante la pregunta de si quería tomar algo lo agradecí. Martha se dirigió a la cocina y yo espere… no sé que esperé; un té, un café, un vaso de refresco…; para lo único que no estaba preparada fue para recibir el ‘farol de whisky’ que sirvió para cada una de nosotras.

Un farol de whisky, para el que no sepa el término, es un vaso de whisky cuyo tamaño casi asusta.

La casa de Martha era pequeñísima, en pleno barrio Sur. No se me ocurre otro sitio para ubicar su residencia. Una calle casi para peatones donde solo puede imaginarse ritmo de tamboriles.

Un diminuto hall, una cocina más bien oscura o quizás porque ella prefiriera mantenerla en penumbra y un dormitorio que no puedo asociar si era pequeño o quizás grande pero tan repleto de placares, perchas con trajes, espejos y baúles que parecía imposible que alguien pudiera descansar en él.

Aprendí muchas cosas aquel día. Como que aquel mundo de lentejuelas y pedrerías desparramadas sobre la mesa, aquellas plumas increíbles y las boas de colores eran traídas especialmente desde Brasil y costaban una pequeña fortuna.

Martha me dijo que extrañaba a sus hijos. Por entonces ambos estaban fuera del país. Habló de los éxitos de su hija en Europa. Estaba orgullosa de ambos, de que fueran artistas.

Sus palabras no dejaban de contener el resentimiento del negro que ha triunfado y que ya no debe sumisión. Lo noté así desde el principio de su conversación y ella, después de un rato lo dejó entrever: Uruguay no es racista, con los que triunfan.

No eran necesarias muchas explicaciones. La niña pobre, parte de una raza menospreciada en una época en la que las reivindicaciones no existían.

Me mostró un cuaderno donde con letras muy grandes, propias de quién apenas ha cursado los años básicos de escuela, escribía poemas. Estaba repleto de poemas.

En aquel momento no les encontré la rima apropiada pero sí el sentimiento trasmitido con la sencillez de quién necesita hacerse oír.

A Rosa Luna ya la conocía

La primera vez que la entrevisté me había citado en un bar del puerto. Extraño sitio pero quizás el que ella buscaba para depositar su vida en la cinta de un grabador.

Rosa nunca ocultó que en su juventud fue una prostituta ni que estuvo presa por matar a un chulo. Todos lo sabían y todos la respetaban.

  
 
Era totalmente diferente a la que por años fue su rival. Rosa y Martha nunca negaron que ‘se masticaban pero no se tragaban’. Había algo más que competencia artística entre ellas; quizás la disputa por un reinado que era sólo de Martha cuando Rosa se metió, por méritos propios, en él.

Porque Carnaval es un reino; no importa el nombre de la soberana de turno. Es el reinado del arte convertido en ritmo que se hace ritmo en el arte.

Y Rosa y Martha eran ritmo y eran arte, puro; exquisito arte hecho mujer. Y eran dos diosas que aspiraban a un mismo trono.

Dos mujeres físicamente muy diferentes

La figura de Rosa destacaba por sus exuberantes pechos, la de Martha por sus piernas bien formadas; Martha era más bien diminuta, Rosa era una mujerona en el mejor sentido de la palabra.

Martha era más femenina que Rosa. Recuerdo aún el año que ésta se rapó totalmente la cabeza para desfilar. Rosa era más espectáculo que Martha.

Para hablar sobre aquel carnaval Rosa me recibió en su casa.  También una casa pequeña, pero no tanto como la de Martha.

En esa casa vivía con su pareja y un pequeño que habían adoptado y por aquella época soñaba con poder comprar una más grande para tener un lugar donde criar a la niña que también iban a adoptar.

Trabajando por ello la sorprendió la muerte en el escenario de un país tan adelantado que no tuvo en ese momento a su disposición, la ciencia para salvarla.

Pero aquella tarde de la entrevista Rosa Luna estaba plena de vida. En el comedor de su casa, rodeando la mesa, junto con tres chicas de su conjunto cosía los trajes para el próximo carnaval.

Aquí no encontré plumas, al menos a la vista, pero sí lentejuelas que eran pegadas a los vestidos por la misma vedette y las bailarinas mientras tomaban mate. Se respiraba un ambiente de camaradería que invitaba a las bromas.

Las bromas con Rosa eran fácil porque sabía hacerlas y recibirlas y disfrutaba con ellas tanto como decía “bronquear” cuando perdía su Nacional.

¡Si sería tricolor que cuando traían su cuerpo para ser velado y sepultado en Montevideo, el coche que llevaba el féretro de la artista se detuvo frente a la sede del Club para que la gente de Nacional le rindiera el homenaje al que ella, como hincha incondicional, se había hecho merecedora!


 
Sin dejar su trabajo porque el tiempo apremiaba, habló de su revista, la que había formado y por la que ese año no saldría como era habitual en los tradicionales conjuntos lubolos. Esa noche ensayaban en el Club del BPS y allí estuve disfrutando de un adelanto de su espectáculo.

Había hecho tantos planes, se sentía feliz, realizada como mujer y como madre. Había triunfado como ser humano y como artista.

Ese día teníamos dos testigos que disfrutaban de aquella conversación: el chofer y el fotógrafo del diario. Y por supuesto que llegó el momento en el que el segundo tuvo que realizar su tarea. Era imprescindible una foto de todas aquellas mujeres trabajando pero…

La casa no era tan grande como parecía… enfocando desde aquí... desde allá… faltaba espacio y ¿Qué otra cosa se podía hacer que quitar la mesa?

Y la mesa se sacó, entre el chofer, el fotógrafo, alguna de las chicas, la misma Rosa y yo… demasiados para una no muy grande mesa de comedor que incluso salió por la puerta de entrada sin interponer mayores complicaciones.

No sé que habrán supuesto los vecinos que estaban algo inquietos cuando nos retiramos; mientras se tomaban las fotos la mesa quedó en el único lugar donde no nos estorbaba: la acera, fuera de la casa.

Pero la anécdota, la mejor de las varias de aquella tarde, ocurrió cuando yo dije de sacar una foto como las había encontrado a ellas cuando llegamos, tomando mate.

Mate, azucarero, termo… ¡NO!..., el grito de Rosa fue casi simultáneo con su salto para coger aquel termo y cambiarlo por otro.

Por supuesto que en la foto no podía salir cualquier termo, debía salir el termo de Nacional que estaba sobre el aparador de la cocina. Me enteré de esto porque lo mandó buscar por una de las bailarinas.

El fotógrafo era de Peñarol y mucho en broma, un poco en serio, apoyado por el chofer que entonces supe, era también manya, se negaba a tomar la foto… ¡Claro que esta vez no pudo triunfar! cinco mujeres, todas tricolores tienen su peso.

Retornada la mesa de Rosa a su sitio; ya de regreso hacia el diario no pude siquiera imaginar que esa sería la última vez que iba a tener oportunidad de entrevistar a aquella mujer que tantos aplausos arrancó de su público.

Ni Martha ni Rosa están ya para explicarnos como se siente el ritmo del candombe cuando se lleva la raza en el corazón pero tampoco dejarán de estar presentes nunca, cuando suene un tambor.

 

Escrito en febrero 2004

Ilustración: 'Empezó el candombe', pintura de Carlos Páez Vilaró

RECORDANDO A JULIÁN MURGÍA

RECORDANDO A JULIÁN MURGÍA

Égloga en prosa al autor de la “Crónica de los hombres libres”

Estaba repasando artículos publicados en Informe Uruguay y me puse un poco triste cuando en uno de ellos leí:

"La bala que te pegó,
a todos nos mató un poco...".
(Julián Murguía)


 
Podía estar triste por aquel Aparicio cuya muerte nadie duda que cambió la historia de nuestro país, pero entonces debería preguntarme como Julián “¿dónde estas general de poncho blanco…”; también podía sentir tristeza porque de tanto escucharlas, las cintas grabadas que traje de Uruguay, apenas si conservan sonido.
Con seguridad cuando vaya por Montevideo me aprovisione de música nuestra. Incluso de aquella que ya se ha convertido en clásicos, bien porque los grupos se han desintegrado como Los Olimareños, o bien porque como Julián, ahora le están cantando una zamba al Tata Dios… por allí andarán entre tantos, Zitarrosa… Santiago Chalar, a quienes aún me parece escucharlos:

“Minuano donde tu vayas
no te canses de decir
que si Dios baja a la tierra
por el altar de la sierra
baja en Minas y en abril”.

Yo tuve la suerte de ver Minas en pleno mes de abril y de verla también encendida en fogones cantándole al General y también fui afortunada por llegarme a la Patria Chica de Tacuarembó o sentarme junto al Yi, siempre escuchando esas canciones que aunque la música las universalice, los sentimientos las mantienen muy unidas a nuestras raíces.

¡Qué razón la del Zita cuando cantando afirmaba!:


“Qué mala suerte tienen los que quisieran
que el hombre por leguaje se dividiera.
Cuando el hombre comprende sus intereses
el planeta se achica y su idioma crece”.

Evocar casi siempre nos pone nostálgicos y más cuando se recuerda a los amigos que ya no están.

Conocía a Julián Murguía por sus poemas aprendidos como cantos y por su “filosa espada” transformada en mordaz lengua en los incendiarios artículos del tantas veces clausurado por la dictadura, semanario “La Democracia”.

¡Vaya paradigma! A la democracia sólo la clausura una dictadura. Y precisamente una de esas genialidades a las que tan acostumbrados nos tuvo el  gobierno militar en sus últimas etapas fue lo que nos llevó a conocernos personalmente.

La verdad que fueron los militares con su manía de arquitectos paisajistas sin título y nuestros hijos.

El menor de sus hijos y el menor de mis hijos varones coincidieron en la misma clase en la escuela Chile de la calle Maldonado, cuando a las autoridades de Primaria se les ocurrió quitarle, hacer desaparecer de la escuela el patio arbolado, o mejor dicho robárselo al recreo de los niños para construir allí un liceo… el edificio propio para el liceo que malamente venía funcionando en el tercer piso del mismo bloque escolar.

Posiblemente los padres y los maestros de aquella época se acuerden de lo que debimos pasar defendiendo cada centímetro de nuestro patio escolar.

Había una guardería para hijos de funcionarios de Primaria, pero que no dejaba de ser una guardería privada, que ocupaba el subsuelo y parte del patio. Ya un pedacito de patio nos estaban quitando.

Esa parte que utilizaban los niños de la guardería estaba vallada y siempre había alguien cuidando que los juegos que había dentro de esa valla, que en definitiva no era otra cosa que un cordón, no fueran utilizados por el resto de los niños que concurrían a la escuela.

Y en la escuela había clases jardineras con pequeños de familias muy humildes que quedaban embelezados mirando aquellos subi-bajas, toboganes, y todo aquel derroche pintado de colores llamativos y brillantes. 

En el patio escolar solamente había árboles y eran tan generosos que le daban sombra hasta a aquellos juegos prohibidos para sus niños.

Pero si nos molestaban por la discriminación que significaban, no eran los juegos los que nos preocupaban más por aquella época.

Estábamos en tiempo de vacaciones cuando alguien pudo de alguna forma enterarse que se proyectaba construir un edificio para el liceo ¿sería el “27”?, tal vez porque me viene a la mente ese número pero no puedo afirmarlo; identificarlo es lo de menos, vale decir que era el liceo cuyo funcionamiento obligaba a que un día por semana cada clase tuviera que dar la lección en la escalera.

Era tan amplia la escuela, tan cómoda, con sus tres plantas y subsuelo, que todos se consideraron con derecho a quitarle un trozo. Y el liceo se quedó por años con la planta superior.

Y faltaban salones, y por eso un día a la semana los chicos de la clase correspondiente llevaban un almohadón para sentarse en los escalones de la amplia escalera central.

Seguro que los maestros no se olvidan de estas incomodidades y menos cuando cada cambio de materia en el liceo significaba la desbandada de los alumnos bajando en tropel esas escaleras.

Recuerdo que estábamos en dictadura. Que todo se hacía con cierto (o mucho) temor, pero nosotros queríamos a la escuela y esas vacaciones comenzamos a juntar firmas.

Me acuerdo cuando los militares propusieron un plebiscito para cambiar la Constitución y el pueblo les dijo un ¡NO! muy grande. Bueno, acá pasó casi lo mismo: cada firma decía “no”, sin temor a estampar junto a la rúbrica el número de documento identificatorio.

 “Ven a ese criollo rodear, rodear, rodear...
Los paisanos le dicen: —Mi general.
Va alumbrando con su voz la oscuridad
y hasta las piedras saben adonde va.
Con libertad, ni ofendo ni temo.
¡Qué don José!
Oriental en la vida y en la muerte también.
Ven a los indios formar el escuadrón
y aprontar los morenos el corazón.
Y de fogón en fogón se oye la voz
—Si la patria me llama aquí estoy yo.
Con libertad, ni ofendo ni temo.
¡Qué don José!
Oriental en la vida y en la muerte también”.

Comprendan que por entonces es posible que nos sintiéramos un poco indios formando un escuadrón y reclamábamos la libertad con la cual ni ofenderíamos ni temeríamos nunca; aquella protesta contra una disposición que afectaba la comodidad de nuestros niños nos hizo rebeldes y como decía Rúben Lena “si la patria me llama aquí estoy yo” y en nuestro fuero interno nos repetíamos “si la escuela nos llama aquí estamos nosotros”.

Pasaron los meses y nada parecía poder cambiar las geniales ocurrencias de los jerarcas. Julián había escrito varios artículos en la contraportada del semanario y en una reunión de padres yo aludí a los mismos sin imaginarme que quién estaba dos filas detrás de mí era precisamente el autor.

El conoció a la madre del amigo de su hijo. Yo conocí al padre del amigo de mi hijo. Los chicos ya eran casi inseparables por esa época. Los problemas de la escuela nos habían hecho amigos.

Tuvo que llegar la democracia para solucionar aquel entuerto pero seguro que sin tantas movilizaciones no hubiera sido posible detener el inicio de las obras de construcción.

Julián ya no tenía hijos en edad escolar. A mi me quedaban aún muchos años de comisiones de fomento apoyando a la escuela mientras me encontraba conque, ahora era también madre de un alumno de aquel nefasto liceo.

¡Y claro, había que poner el granito de arena para conseguir que alguien se interesara en que tuviera su propio local!

Esa es otra historia, el liceo se trasladó a la Ciudad Vieja y a los pocos años pasó a ser liceo de adultos y a poca distancia de la escuela, por la calle Andes, Secundaria adquirió un local para ubicar el Liceo Nº 1 que absorbió los alumnos del ¿27?

El hijo de Julián no fue a ese liceo pero quizás porque nos conocimos en una escuela, entre tantos de sus escritos, entre tanta poesía, tantos artículos, tantos cuentos donde reflejaba como pocos la vida campesina, esta lección magistral me parece lo más adecuado para el broche final de estas elucubraciones mías, no sin obviar que me he dado cuenta de que quiero seguir escarbando en tantos recuerdos.

"EL HOMBRE EN LA TIERRA

Mientras tú vas a la escuela, hay un hombre en la tierra.
Mientras tú vas a jugar, o a la playa, hay un hombre en la tierra. Hay un hombre que planta y que ara.
Que siembra y cosecha. Que arrea animales. Que esquila y carnea.
Salvo los pescados, toda la comida que a tu mesa llega, viene de la tierra. El pan y la harina. Porotos, lentejas. Todas las verduras vienen de la tierra. Y también la carne. Y también la yerba.
Para que tú existas y vivas y crezcas, tiene que haber tierra. Para que tú estudies. Para que tú juegues.
Mas la tierra sola, de nada nos sirve sin el hombre en ella.
Todos dependemos del hombre en la tierra.
Tú no jugarías, ni irías a la escuela y no habría ciudades si no hubiera, siempre, un hombre en la tierra". Julián Murguía.

Escrito en enero de 2003

ASÍ SOMOS, SIMPLEMENTE URUGUAYOS

ASÍ SOMOS, SIMPLEMENTE URUGUAYOS

Desde que vivo en España me he encontrado conque la ignorancia sobre esos 176.215 kilómetros cuadrados de tierra americana que se ubican entre los paralelos 30 y 35 de Latitud Sur y los meridianos 53 y 58 de Longitud Oeste y donde 3.200.000 habitantes disfrutan de una de las democracias más dignas del mundo; es tanta que prácticamente nos confunden, muy a nuestro pesar, con argentinos, paraguayos o, en una ya desinformación total de lo que es América, con caribeños, venezolanos o colombianos.

No nos consideramos más pero tampoco menos que cualquier otro país, no importa en que categoría lo haya ubicado su desarrollo económico.

En el caso de Uruguay, su escasa superficie y su población envejecida (quizás adelantándose en América al signo europeo), le hacen dependiente económicamente de sus gigantescos y fluctuantes vecinos: Argentina y Brasil.

No obstante ha sabido sortear con mejor éxito que éstos los últimos avatares y ante los primeros signos de recuperación de los mismos ha reiniciado con paso muy firme la suya propia.

Cuando nuestra producción perdió los principales mercados europeos, cuando la Comunidad cerró fronteras y creó subvenciones que afectaron notoriamente la economía de toda América comenzamos a exportar un material diferente: hombres y mujeres jóvenes -y no tanto-.

Ahora encontramos que Europa también les cierra sus fronteras sin tener en cuenta que la mayoría de ellos llega con un bagaje cultural superior a la media del continente que los recibe. Pero de ello hablaremos en otro momento como también en otra oportunidad me extenderé sobre la cultura democrática de mi país, la que como se dice comúnmente, "ya usa pantalones largos".

Desde que hace 174 años se Juró la primera Constitución los uruguayos hemos sido dueños de nuestro destino, aún en los momentos cruciales de la dictadura de la década de los 70 del siglo pasado.

Ya por entonces, el sano ejercicio de la democracia nos había acostumbrado a que a más de elegir a nuestros gobernantes, tenemos el derecho a decir NO a sus decisiones.

Los militares en una de sus arrogancias dictatoriales quisieron cambiar la Constitución uruguaya agregando un artículo que representaba su ingerencia futura en el Poder Ejecutivo. Cometieron un error cuando no tuvieron en cuenta la educación cívica de los uruguayos. Convocaron a las urnas, ni siquiera la dictadura se atrevió a cambiar la Constitución sin apoyo del pueblo y el rotundo NO asombró al mundo, no acostumbrado a una derrota tal y tan pública de los mandamases en ejercicio del poder.

Pero también los gobiernos electos democráticamente han debido aceptar las decisiones de ese pueblo"siempre soberano" y cuando una Ley perjudicó al patrimonio nacional como cuando se vendieron empresas públicas también se dijo NO, o SI, dependiendo de cómo se hacía la pregunta. Y se derrogaron leyes que una mayoría parlamentaria había aprobado.

No han sido pocas las consultas populares. El sano ejercicio de la democracia las avala. Pero no se crea que se hacen así porque sí un día y otro también. Un plebiscito lleva su tiempo y tiene requisitos muy bien estipulados y respetados en la Constitución.

Debe ser solicitado por la firma de un porcentaje determinado de los votantes. Se verifican esas firmas por la Corte Electoral que es quién decide si da luz verde al plebiscito.

No todas "las juntadas de firma" para plebiscitar tienen éxito. No siempre el pueblo, que generalmente es muy inteligente, firma todo lo que le ponen delante, ni todos los que avalan con su firma un plebiscito votan a favor de lo propuesto.

En Uruguay, a diferencia de otros países del continente, se plebiscitó la que todos comprenderán a que me refiero si la identifico como "Ley de Punto Final". Y en Uruguay fue una amplia mayoría por voto libre la que decidió comenzar de nuevo sin mirar atrás.

Yo estaba del otro lado, del de los que querían cobrar las deudas. Hoy reconozco que en mi país primó la cordura y la inteligencia de sus gentes y que quienes ahora quieren revolver lo que se resolvió libremente no hacen más que seguir pautas fijadas por los que nunca aceptarán países realmente orgullosos de sus democracias.

Pero nada de esto parece haber importado al mundo. Un país donde su gente se juega cada día por el trabajo y el respeto no es titular de ninguna agencia de noticias. Dicho de otra forma: no es redituable perder minutos de información en él.

Ahora nuestro presidente está ahora en España. ¿Lo sabe alguien?; ¿Le interesa a alguien la visita del Dr. Jorge Batlle, presidente de un pequeño país de América que viene a pedir oportunidades para nuestra producción y el trato digno que a partir de un Tratado incumplido por el gobierno español, reclaman 20mil uruguayos que están trabajando en vuestro país.

Quizás no. Como tampoco fue noticia el plebiscito en el que hace escasos dos meses Uruguay volvió a decir NO. Fue un ejemplo de civismo con una presencia de casi el 90 por ciento de votantes no siendo el voto obligatorio como lo es en la elección de autoridades.

Si hubieran habido represalias, si el Presidente hubiera salido a denunciar "traiciones a la patria" y otras patrañas, entonces Uruguay hubiera sido titular en los noticieros, tapa de diario y seguramente en ese mundo que nos ignora se hubiera dicho: "otro país de esos". Seguro que no serán estos los titulares que nos traigan al tapete, quizás si nos pusiéramos a explicar que hacemos los uruguayos en el mundo habría hasta algún asombrado ¡oh!.

Para hacer conocer Uruguay voy a recrear algunos párrafos de una carta que escribió previo a ese plebiscito del 7 de diciembre del 2003 uno de los conocidos de la literatura oriental: Eduardo Galeano.

"Los uruguayos tenemos cierta tendencia a creer que nuestro país existe, pero el mundo no se entera. Los grandes medios de comunicación, los que tienen influencia universal, jamás mencionan a esta nación chiquita y perdida al sur del mapa.
Por excepción, la prensa británica se ocupó de nosotros, en vísperas de la visita del príncipe Carlos. Entonces, el prestigioso diario "THE TIMES" informó a sus lectores que la ley uruguaya autoriza al marido traicionado a cortar la nariz de la esposa infiel y a castrar al amante. THE TIMES atribuyó a nuestra vida conyugal esas malas costumbres de las tropas coloniales británicas: se agradece la gentileza, pero la verdad que tan bajo no hemos caído. Este país bárbaro, que abolió los castigos corporales en las escuelas ciento veinte años antes que Gran Bretaña, no es lo que parece ser cuando se lo mira desde arriba para abajo y desde lejos. Si los periodistas se bajaran del avión, podrían llevarse algunas sorpresas.
Los uruguayos somos poquitos, nada más que tres millones. Cabemos, todos, en un solo barrio de cualquiera de las grandes ciudades del mundo. Tres millones de anarquistas conservadores: no nos gusta que nadie nos mande, y nos cuesta cambiar. Cuando nos decidimos a cambiar, la cosa va enserio. Ahora soplan, en el país, buenos vientos de cambio. Ya va siendo hora de que nos dejemos de ser testigos de nuestras desgracias. Uruguay lleva mucho tiempo estacionado en su propia decadencia, desde las épocas en que supimos estar en la vanguardia de todo. Los protagonistas se habían vuelto espectadores. Tres millones de ideólogos políticos, y la política práctica en manos de los politiqueros que han convertido los derechos ciudadanos en favores del poder; tres millones de directores técnicos de fútbol, y el fútbol uruguayo viviendo de la nostalgia; tres millones de críticos de cine, y el cine nacional no ha pasado de ser una esperanza.
El país que es vive en perpetua contradicción con el país que fue. La jornada de trabajo de ocho horas se impuso por ley, en Uruguay un año antes que en Estados Unidos y cuatro años antes que en Francia; pero hoy en día encontrar trabajo es un milagro, y más milagro es llenar la olla trabajando nada más que ocho horas: sólo Jesús podría, si fuese uruguayo y si fuera capaz de multiplicar los panes y los peces.
Uruguay tuvo ley de divorcio setenta años antes que España, y voto femenino antes que Francia……………..
Este sistema, cansado y estéril, no sólo traiciona su propia memoria: además, sobrevive en contradicción perpetua con la realidad. ………………………………….. ………
En materia de contradicciones entre el poder y la realidad, ganamos los campeonatos mundiales que el fútbol nos niega. En el mapa, rodeado por sus grandes vecinos, el Uruguay parece enano. No tanto. Tenemos cinco veces más tierra que Holanda, y cinco veces menos habitantes. Tenemos más tierra cultivable que Japón, y una población cuarenta veces menor. Sin embargo, son muchos los uruguayos que emigran, porque aquí no encuentran su lugar bajo el sol. Una población escasa y envejecida; pocos niños nacen, en las calles se ven más sillas de ruedas que cochecitos de bebés. Cuando esos pocos niños crecen, el país los expulsa. Exportamos jóvenes. Hay uruguayos hasta en Alaska y Hawai. Hace veinte años, la dictadura militar arrojó a mucha gente al exilio. En plena democracia, la economía condena al destierro a mucha gente más. La economía está manejada por los banqueros, que practican el socialismo socializando sus fraudulentas bancarrotas y practican el capitalismo ofreciendo un país de servicios. Para entrar por la puerta de servicio al mercado mundial, nos reducen a un santuario financiero con secreto bancario, cuatro vacas atrás, y vista al mar. En esa economía, la gente sobra, por poca que sea.
Modestia aparte, todo hay que decirlo, también por buenos motivos merecíamos figurar en la guía de los GUINNESS. Durante la dictadura militar, no hubo en Uruguay ni un solo intelectual importante, ni científico relevante, ni artista representativo, ni uno solo, dispuesto a aplaudir a los mandones. Y en los tiempos que corren, ya en democracia, Uruguay fue el único país en el mundo que derrotó las privatizaciones en consulta popular: En el plebiscito del 92, el 72 por ciento de los uruguayos decidió que los servicios públicos esenciales seguirán siendo públicos. La noticia no mereció ni una sola línea en la prensa mundial, aunque era una insólita prueba de sentido común. La experiencia de otros países latinoamericanos nos enseña que las privatizaciones pueden engordar las cuentas privadas de algunos políticos, pero duplican la deuda externa, como ocurrió en Argentina, Brasil, Chile y México en los últimos diez años; y las privatizaciones humillan, a precio de banana, la soberanía.
El habitual silencio de los grandes medios de comunicación evitó cualquier mínima posibilidad de que el plebiscito contagiara su ejemplo fuera de fronteras. Pero, fronteras adentro, aquel acto colectivo de afirmación nacional a contraviento, aquel sacrilegio contra la dictadura universal del dinero, anunció que estaba viva la energía de dignidad que el terror militar había querido aniquilar.
Valgan estas líneas, si de algo valen, como un fundamento de voto por el SI. Ojalá las urnas confirmen, en las elecciones venideras, la vocación respondona en este paradójico país, donde yo nací y volvería a nacer: - Eduardo Galeano
 

 Escrito en febrero de 2004

NO NOS CONOCEN

NO NOS CONOCEN

Desde pequeña me acostumbré a escuchar de mis mayores decir que en el mundo a Uruguay se le conocía por el fútbol.

Ahora me he dado cuenta que en este siglo XXI, solo los uruguayos recordamos estoicamente, desde hace más de cincuenta años, la gesta de Maracaná.

No nos conocen. O nos conocen tan poco que nos perdemos en un continente inmenso que se extiende desde los hielos árticos hasta la majestuosidad de la Antártida. Demasiado grande para que los europeos capten "al dedillo" las distancias entre nuestros países. Solo atravesar Brasil nos requiere a los uruguayos un trayecto mayor que llegar desde aquí a Rusia.

Posiblemente los compatriotas que viven en otras latitudes tengan otras. Yo vivo en Almería, una de las ocho provincias en que se divide Andalucía. No somos muchos los uruguayos que habitamos esta parte de España.

Lo cierto es que no paso desapercibida. Solo abrir la boca y surge la pregunta: "¿Eres argentina?". Y yo, que siempre había creído que nuestro hablar se distinguía claramente del tono porteño no puedo menos que pensar que después de todo, nuestra "ye" nos hace más difícil la total emancipación de la Banda Oriental.

Hace pocos días me encontré con un compatriota que vive en España desde hace veinte años. Es un vendedor ambulante, y no crean que lo digo en tono despectivo, ¡para nada!, si la venta de los chirimbolos que él mismo fabrica con alambre y algo de plástico le reporta lo suficiente como para volver, cada dos años, a visitar a su familia y a sus amigos en el Uruguay.

Pero no es de su trabajo de lo que voy a hablar, sinó de su mimetización con los porteños. No digo con los argentinos porque todos sabemos que en cada provincia tienen "su cantito" particular y muy diferente, el de unos con los otros.

Termo y mate bajo el brazo identifica a los uruguayos en todo el mundo. Cuando lo vi estaba segura de que ese era el "yoruga" del que me habían hablado, por eso, siguiendo lo que se hace una tradición obligada entre quienes estamos fuera del país, fui a saludarlo.

Y quedé más perdida que "perro en cancha de bochas". Si hubiera estado en un concurso de preguntas y respuestas quedo eliminada porque después del "hola gurisa" hubiera asegurado que esa persona era uno de nuestros vecinos del otro lado del Plata.

La equivocación duró poco; o quizás se hacía cada vez mayor, porque la aclaración de que muchos de sus amigos son argentinos no me resultó, ni entonces ni ahora, razón suficiente para esa porteñización tan descarada, salvo que ex profeso, se quiera pasar al bando de los que sí son conocidos.

Porque a la Argentina se la conoce, y se la quiere mucho en España. No digo que a nosotros no nos quieran, más bien que pasamos desapercibidos; es que los españoles no olvidan los barcos cargados de trigo que Perón envió durante el gobierno de Franco para paliar el sufrimiento de un país entonces hambriento y pobre.

Pero salvo respecto a nuestros vecinos, conocer el sur de América no parece ser ni de necesidad ni de interés. La generalidad de los españoles cuando se refieren a América lo hacen ubicando -y quizás por deformación histórica ya que Colón no pasó de allí cuando nos descubrió-- los países de las Antillas, suelen tener una vaga idea del istmo de América Central, conocen algo más sobre México y cuando bajan hacia el sur parecen detenerse en Colombia y Perú, quizás porque las colonias de emigrantes colombianos y peruanos son muy numerosas.

La prensa ha hecho que sean conocidos como noticia periodística el Chile de Pinochet y la Venezuela de Chavez, eso sí, sin apurar a nadie a ubicarlos en el mapa.

¿Y nosotros?

Creo que es una suerte que casi nos desconozcan. Quiere decir que no estamos tan mal como esos otros países y la cobertura de un día, que se dio "a la metida de pata" de Batlle cuando dijo verdades que no debía haber dicho, sobre algunos gobernantes argentinos, no fue suficiente como para catapultarnos a la fama.

"Soy uruguaya" y las respuestas suelen ser "tengo una vecina de… como es… de Ecuador"; "la chica que trabaja en casa es peruana"; "conozco a una ecuatoriana"; "¿Uruguay, tiene algo que ver con Paraguay?"…, los ejemplos podrían seguir.

Para colmo de males, los uruguayos tenemos el defecto de no conocer nuestra América. Porque lo cierto es que en la escuela y luego en el liceo estudiamos sobre Argentina, Brasil, Chile, nos inmiscuimos un poco con el sur oeste de Paraguay y dimos un gran salto hasta México. Con los demás países hicimos un gran paquete que digerimos como un todo y cuando nos hablaron de las Antillas fue para dividirlas en grandes y pequeñas y, aprovechando que algunas eran mayores, enterarnos que una isla se dividía en dos países, que la isla más grande era Cuba, de la que luego habríamos de oir mucho más, pero por otros motivos que no son los geográficos.

Pues bien, desde que estoy en España he oído hablar más de Cuba y la República Dominicana que en todos mis años en Uruguay. Y he visto tantos documentales sobre Bolivia, Perú, Colombia y El Salvador, que aclaro, se ubica en América Central, que tengo el corazón encogido de ver tanta "pobreza" presentada en llamados solidarios.

¿Pero de qué comencé yo a escribir?..., ¿De que nos conocen muy poco?..., ¿o de que nosotros, uruguayos, conocemos muy poco a los países americanos?

INVASIÓN AL PAÍS DE LOS HOMBRES

  Hace unos días una amiga me decía que sería buena cosa poder conocer la Mezquita recientemente inaugurada en Granada.

Por mi parte estoy deseando realizar un viaje a la ciudad de la Alhambra tan solo para oír la voz del muecín llamando a la oración, algo que hace 500 años no sucede por estas tierras de 'Al Andalus', precisamente desde que en la Alhambra, constituida en el último foco de resistencia, los árabes se rindieron en 1492 a las huestes cristianas de Isabel y Fernando.

Es comprensible que cuando la prensa señaló que, 'como gesto de buena voluntad' la mezquita estaba abierta para que fuera visitada por todos, a mi amiga y a mi nos picara el bichito ese que hace cosquillas cuando uno tiene conciencia de que algo le va a resultar prácticamente imposible de realizar; porque, bien le comentaba a María, en vista de las costumbres religiosas del pueblo mahometano, la invitación para 'todos' es muy seguro que no incluye, ni por error, la posibilidad del cambio de género de la palabra.

Para muchas culturas 'todos' no es 'todas', ni siquiera 'algunas'.

Comentábamos este echo cuando recordé una vieja historia que viví en Montevideo donde se me vetó la entrada 'al país de los hombres'. Pero lo cierto es que al final terminé entrando, y no solo traspasando el umbral sinó, recibida, atendida y hasta en cierto modo agasajada.

Comencé a reír y a través de la anécdota viajé en el tiempo y el espacio y me encontré nuevamente con un hermoso grupo de compañeros de trabajo, reunidos en la sala de prensa de Casa de Gobierno; un mes de diciembre de los últimos años de la década del 80.

Es la época del año en que los periodistas que trabajan en el sector político, ya sea en el Parlamento o en la Presidencia son agasajados por legisladores ministros, y hasta por el mismísimo presidente con brindis, almuerzos o cenas que, sumados a las invitaciones de particulares hacen que en determinados días resulte imposible cumplir con todos los compromisos y además, con la tarea de informar a través de nuestros respectivos medios de prensa.

Recuerdo que en una ocasión en que, después de asistir en la misma tarde al tercer brindis despidiendo el año, (el primero en el Ministerio Transporte y Obras Públicas y los otros en distintas Bancadas del Palacio Legislativo) sentí que no tenía fuerzas para continuar una semana más con el ritual; uno de los muchachos de la prensa me dio la solución al problema... 'entras, te ubicas en el centro, donde te vean, saludas a quién debas... y ya puedes irte de allí... el truco es que en los minutos que estés te hagas visible al mayor número de personas'; ¡cómo agradecí aquel consejo!

Pero volvamos a aquella mañana en que, al llegar me encontré conque la prensa había sido invitada a una cena de la Sociedad Parva Domus... cena a la que, según decían, ya habían concurrido en años anteriores disfrutándola 'a lo grande'.

Cuando quise averiguar la dirección para poder concurrir esa noche, uno de los colegas me dijo que yo no podía ir.

Pensé que estaban de chanza pero nunca habían hablado más en serio: allí no entraban mujeres... ¿Porqué?, ¿Quién me lo impediría?, ¿Qué era aquello?

Hasta ese día no había sentido curiosidad por la blanca casona señorial con puertas y ventanas verdes, rodeada por un amplio parque, vetustos árboles, estatuas y jardín, ubicada entre los modernos edificios de Punta Carretas.

La 'República de Parva Domus', fue creada en el siglo IXX como asociación cultural a la que, a lo largo de sus décadas de historia, han pertenecido los nombres (masculinos) más notorios de las artes, las ciencias la política y en general de la sociedad montevideana. Un sitio donde las mujeres estaban (están) excluidas.

Y puestas así las cosas me quedé sin poder participar de la reunión y refunfuñando entre dientes mi frustración mientras, al día siguiente oía los comentarios de 'mis compañeros' que 'la habían pasado de maravillas', disfrutando de una de las mejores fiestas navideñas de aquel año, y eso que uno de ellos había pasado veinte minutos en 'el calabozo' por haberse atrevido a criticar la salsa (la que acompañaba las carnes y no el conocido ritmo centroamericano).

Así que, como quién dice, con la sangre en el ojo, fui a ver a la directora de La República de las Mujeres y solicité hacer una nota sobre 'tan odioso sitio'. Isabel aceptó encantada y, al enterarse de mis motivos, me designó una fotógrafa, la única mujer que trabajaba entonces en la sección fotografía del diario La República.

'Ni mujeres, ni animales ni seres inferiores' reza uno de los artículos de la Constitución de esta particular república que, ignorada por la mayoría de los uruguayos, se incrusta en nuestro territorio limitando con el Bulevar Artigas y la calle Parva Domus.

Eso de incluir a las mujeres en el mismo grupo de los seres inferiores nos fue, especialmente señalado cuando se nos leyeron algunos es los artículos constitucionales que, con total acatamiento, se cumplían al pie de la letra. Claro que las susodichas 'leyes' no llegaron a impedir que mi compañera y yo fuéramos recibidas por su mismísimo Presidente al pie de la escalera de acceso.

Pero éste, sin dar el brazo a torcer, ante mi observación de que, mujeres nosotras, estábamos visitado 'los recintos prohibidos', se mantuvo en sus trece asegurando que nosotras en aquel momento éramos periodistas y no mujeres.

La República de los hombres... perdón... de Parva Domus se creó en un sitio alejado del bullicio de la ciudad (¿sabrían lo que les vendría encima a fines del siglo XX?) para que los señores de la época tuvieran un sitio de solaz donde disfrutar del deporte de la pesca y, como ahora, de los placeres de la buena cocina, porque ¿sabéis cual es el entretenimiento de estos señores?... ¿la lectura?... ¿oir música?... ¿jugar a las cartas?... pues en pequeñas dosis pero...

...la cocina... eso sí que vale la pena verlo... la fotógrafa puede lucirse... enfoca desde los mejores ángulos... tres. cinco. siete hornallas gigantescas... un refrigerador también gigantesco... las sartenes y las cacerolas se adaptan al mismo adjetivo... y entonces aparecen tres socios a los que nuestra presencia femenina en aquel recinto, parece no hacerles gracia alguna pero aún faltan tomar las mejores fotos y escudriñar aquel 'reino', son un Pato Donald con un inmenso delantal y manoplas y un.... ¿gusano verde?....

No se dejan fotografiar... ¿acaso creen que pueden evitar la sagacidad de dos mujeres?, con la mirada nos ponemos de acuerdo y mientras yo distraigo su atención con preguntas que ni siquiera vienen al caso, mi acompañante enfoca la cámara.

Resulta ser que estos señores que posiblemente en sus casas no piensen siquiera en preparar un almuerzo y menos aún en lavar los cacharros o buscar un escobillón... en eso se divierten: disfrazarse, cocinar y comer... comer, cocinar y disfrazarse... y volver a cocinar para otra comilona y obedecer la Constitución que para algo hay un calabozo, un rectángulo de rejas de poco más de un metro de ancho donde aquel que comete alguna falta de protocolo debe purgar su 'delito' entre risas, bromas... y viendo desde lejos como sus amigos continúan dando buena cuenta de la comida servida.

Pero vamos a ser fieles a la verdad. Aunque a nosotros no nos hayan considerado tales en nuestra visita, las mujeres entran a esta particular república, dos veces al año son invitadas a una comida especial... una excepción también reglamentada por su Constitución.

Y como entre el listado de 'ciudadanos' figuran nombres por demás conocidos, no puedo contener la risa cuando me imagino a José Enrique Rodó, Zorrilla de San Martín, Gonzalo Aguirre o Julio María Sanguinetti con sendos, enormes gorros de cocinero... ¿o ellos irían... irán solo como comensales?

María deja de reír para asegurarme que aquello 'fue una invasión' y con los ojos entrecerrados me propone.... ¿invadir la Mezquita?

                                          

Escrito el 15 julio de 2002

LA BANDERA


 

Desde muy pequeña me enseñaron que mi país era un pequeño territorio de la América del Sur que se identificaba en el concierto mundial por su bandera celeste y blanca en franjas horizontales con un sol de cara sonriente en la esquina superior.

Quizás por ese don que tienen los niños de hacer grande aquello que quieren ver grande, yo creía que el mundo entero sentía respeto por la bandera de mi país y que las gentes de todas las naciones la conocían, la identificaban y se sentirían orgullosas de tenerla como propia. Era mía y yo podía jactarme de la importancia que mis años le conferían.

En la escuela entonaba muy alto las estrofas que dicen "… es muy bella mi bandera // nada igual a su lucir // y es su sombra la que buscan // los valientes al morir…", y pensaba como seria morir por defenderla y en la inconciencia de aquellos tiempos me veía convertida en heroína, llorada y recordada por generaciones.

Cuando pasaron los años perdí el entusiasmo por los héroes, pero no por los colores de mi bandera, "Cual retazo de los cielos…..", aun hoy me emociono cuando escucho la marcha que presidió tantas y tan recordadas ceremonias en las que participé siempre henchida de orgullo, aún cuando bajo sus pliegues se cobijaba el desconcierto y la muerte, yo sabía que ella no tenía culpa de lo que los hombres hacían asignándose roles que no les competían.

Entonces las estrofas cantadas contuvieron la bronca de un pueblo sometido por una dictadura que no buscó, pero que algunos trajeron. Pocos hablan de los días previos al golpe de Estado en Uruguay.

Había malestar porque el país había dejado de ser floreciente. Nunca me puse a analizar si todo había sido culpa del gobierno, del pueblo que en lugar de producir se dividía entre los que miraban pasar los acontecimientos y los que protestaban con vehemencia , o de un mundo que iba cambiando y necesitándonos, tanto a nosotros como a nuestros productos, cada vez menos.

Yo no tenia en aquellos años la madurez necesaria para hacer un análisis objetivo de los acontecimientos y la historia se pavonea de izquierda a derecha, según la ideología o los intereses de los que la cuentan.

Pero recuerdo que un día en la Universidad, por encima de la bandera celeste y blanca que tradicionalmente preside todos los edificios públicos y que, orgullosa y respetada también presidió la escuela de mi niñez, alguien izó una bandera roja con una hoz y un martillo.

Después de eso, por muchos años mi país vivió todos los temores y terrores de una guerra entre hermanos, donde las dos partes en pugna decían defender la misma bandera y quienes quedaban en el medio solo pedían vivir en paz bajo la protección esa bandera.

¡Si será importante para un pueblo tener una bandera que la misma enseña unía a quienes estaban tan separados! Presidió los desfiles militares con que el régimen pretendió enardecer el patriotismo de las gentes y fue llevada como estandarte por toda una nación que reclamaba su libertad, y cuando ésta llegó, fue reconquistado blasón de unión.

Durante los últimos años que viví en el Uruguay no le di mayor importancia a la bandera. Nunca hasta ahora había analizado lo que sentía por ella y su recuerdo lo asociaba a situaciones concretas.

No ha sido rechazo ni olvido.

Quizás el simple echo de crecer nos quita el tiempo de analizar los sentimientos que hacen a la nacionalidad. No digo patriotismo porque el término puede ser confundido con patrioterismo, pero la nacionalidad de una persona es algo que le distingue, que le da un lugar entre millones de seres humanos. Es una marca de nacimiento y para muchos es un orgullo y un derecho del que no reniegan… "no reclamo más honor//ni ambiciono mas fortuna//que morir por mi bandera//la bandera bicolor".

Las naciones tienen banderas. Porque la bandera no representa un gobierno, ni siquiera cobija a un presidente o a un rey; la bandera es de la gente que vive en un país, es el legado que le ha hecho la historia y no distingue a nadie. Es la misma bandera para pobres y ricos, para altos y bajos, para jóvenes y viejos.

Mi bandera representa tantas cosas cuyo entorno se difuminaría y perdería si no fuera porque ella las une: libertad, respeto, derechos, leyes, pero también representa familia, amigos, recuerdos.

Mi país esta muy lejos. Su gente sufre una de las peores crisis económicas de su historia. Su gente, la que hoy lo habita, dentro o fuera de sus fronteras, es la que enjugó en su bandera las lagrimas y aceptó extender las manos para seguir andando.

Hoy mi bandera está tan lejos como para que yo pida prestada la suya a este otro país que también sabe de lágrimas, de miseria, de dolores pero que se ha hecho grande, que mira con alegría y seguridad el futuro y que se distingue entre los pueblos libres por la bandera roja y amarilla, "roja y gualda", como dicen los españoles.

Yo, que me siento tan orgullosa de mi bandera celeste y blanca no me siento menos complacida por haber sido acogida por esta otra del color de la sangre y el oro. Encontré que había muchas banderas formando y sosteniendo su grandeza: la verde y blanca de Andalucía; las amarillo y rojo de Aragón, Cataluña e Islas Baleares; las color cielo de Asturias y Melilla; la blanca, azul y amarilla de Canarias; la negra y blanca de Ceuta; las rojas y blancas de Castilla la Mancha, Cantabria y Castilla León; las estrellas de la madrileña; la de cuatro colores de La Rioja o la roja, verde y blanca de los vascos. Fondo rojo para la de Navarra, con franja amarillas la valenciana y un blanco inmaculado cruzado por una diagonal celeste en la gallega. Banderas que lucen orgullosas sus escudos y que representan la esplendidez de territorios y reinos.

Por todo esto no entiendo que la grandeza de un pueblo soberano se humille ante la intolerancia de unos pocos que sienten que no tienen bandera en la que cobijarse ni a la cual honrar, ¿y si no hay bandera que defender, cuáles serán las metas de grandeza que fijamos a nuestro futuro?

No puede la bandera ser utilizada como panfleto partidario. Homenajearla es darle vida a quienes dieron su vida por los ideales que, regados de tantas lágrimas hoy han dado como fruto esta España que no debería desangrarse en tontas expectativas políticas.


 
Cuando las fronteras ya no se vigilen con fusiles, cuando los pasaportes sean innecesarios para abrazar al hermano, ese día, más que nunca será la bandera de cada país la que hará grande a las naciones y escribirá con su flamear la                         historia de cada pueblo.

 

Escrito en octubre 2002