ASÍ SOMOS, SIMPLEMENTE URUGUAYOS
Desde que vivo en España me he encontrado conque la ignorancia sobre esos 176.215 kilómetros cuadrados de tierra americana que se ubican entre los paralelos 30 y 35 de Latitud Sur y los meridianos 53 y 58 de Longitud Oeste y donde 3.200.000 habitantes disfrutan de una de las democracias más dignas del mundo; es tanta que prácticamente nos confunden, muy a nuestro pesar, con argentinos, paraguayos o, en una ya desinformación total de lo que es América, con caribeños, venezolanos o colombianos.
No nos consideramos más pero tampoco menos que cualquier otro país, no importa en que categoría lo haya ubicado su desarrollo económico.
En el caso de Uruguay, su escasa superficie y su población envejecida (quizás adelantándose en América al signo europeo), le hacen dependiente económicamente de sus gigantescos y fluctuantes vecinos: Argentina y Brasil.
No obstante ha sabido sortear con mejor éxito que éstos los últimos avatares y ante los primeros signos de recuperación de los mismos ha reiniciado con paso muy firme la suya propia.
Cuando nuestra producción perdió los principales mercados europeos, cuando la Comunidad cerró fronteras y creó subvenciones que afectaron notoriamente la economía de toda América comenzamos a exportar un material diferente: hombres y mujeres jóvenes -y no tanto-.
Ahora encontramos que Europa también les cierra sus fronteras sin tener en cuenta que la mayoría de ellos llega con un bagaje cultural superior a la media del continente que los recibe. Pero de ello hablaremos en otro momento como también en otra oportunidad me extenderé sobre la cultura democrática de mi país, la que como se dice comúnmente, "ya usa pantalones largos".
Desde que hace 174 años se Juró la primera Constitución los uruguayos hemos sido dueños de nuestro destino, aún en los momentos cruciales de la dictadura de la década de los 70 del siglo pasado.
Ya por entonces, el sano ejercicio de la democracia nos había acostumbrado a que a más de elegir a nuestros gobernantes, tenemos el derecho a decir NO a sus decisiones.
Los militares en una de sus arrogancias dictatoriales quisieron cambiar la Constitución uruguaya agregando un artículo que representaba su ingerencia futura en el Poder Ejecutivo. Cometieron un error cuando no tuvieron en cuenta la educación cívica de los uruguayos. Convocaron a las urnas, ni siquiera la dictadura se atrevió a cambiar la Constitución sin apoyo del pueblo y el rotundo NO asombró al mundo, no acostumbrado a una derrota tal y tan pública de los mandamases en ejercicio del poder.
Pero también los gobiernos electos democráticamente han debido aceptar las decisiones de ese pueblo"siempre soberano" y cuando una Ley perjudicó al patrimonio nacional como cuando se vendieron empresas públicas también se dijo NO, o SI, dependiendo de cómo se hacía la pregunta. Y se derrogaron leyes que una mayoría parlamentaria había aprobado.
No han sido pocas las consultas populares. El sano ejercicio de la democracia las avala. Pero no se crea que se hacen así porque sí un día y otro también. Un plebiscito lleva su tiempo y tiene requisitos muy bien estipulados y respetados en la Constitución.
Debe ser solicitado por la firma de un porcentaje determinado de los votantes. Se verifican esas firmas por la Corte Electoral que es quién decide si da luz verde al plebiscito.
No todas "las juntadas de firma" para plebiscitar tienen éxito. No siempre el pueblo, que generalmente es muy inteligente, firma todo lo que le ponen delante, ni todos los que avalan con su firma un plebiscito votan a favor de lo propuesto.
En Uruguay, a diferencia de otros países del continente, se plebiscitó la que todos comprenderán a que me refiero si la identifico como "Ley de Punto Final". Y en Uruguay fue una amplia mayoría por voto libre la que decidió comenzar de nuevo sin mirar atrás.
Yo estaba del otro lado, del de los que querían cobrar las deudas. Hoy reconozco que en mi país primó la cordura y la inteligencia de sus gentes y que quienes ahora quieren revolver lo que se resolvió libremente no hacen más que seguir pautas fijadas por los que nunca aceptarán países realmente orgullosos de sus democracias.
Pero nada de esto parece haber importado al mundo. Un país donde su gente se juega cada día por el trabajo y el respeto no es titular de ninguna agencia de noticias. Dicho de otra forma: no es redituable perder minutos de información en él.
Ahora nuestro presidente está ahora en España. ¿Lo sabe alguien?; ¿Le interesa a alguien la visita del Dr. Jorge Batlle, presidente de un pequeño país de América que viene a pedir oportunidades para nuestra producción y el trato digno que a partir de un Tratado incumplido por el gobierno español, reclaman 20mil uruguayos que están trabajando en vuestro país.
Quizás no. Como tampoco fue noticia el plebiscito en el que hace escasos dos meses Uruguay volvió a decir NO. Fue un ejemplo de civismo con una presencia de casi el 90 por ciento de votantes no siendo el voto obligatorio como lo es en la elección de autoridades.
Si hubieran habido represalias, si el Presidente hubiera salido a denunciar "traiciones a la patria" y otras patrañas, entonces Uruguay hubiera sido titular en los noticieros, tapa de diario y seguramente en ese mundo que nos ignora se hubiera dicho: "otro país de esos". Seguro que no serán estos los titulares que nos traigan al tapete, quizás si nos pusiéramos a explicar que hacemos los uruguayos en el mundo habría hasta algún asombrado ¡oh!.
Para hacer conocer Uruguay voy a recrear algunos párrafos de una carta que escribió previo a ese plebiscito del 7 de diciembre del 2003 uno de los conocidos de la literatura oriental: Eduardo Galeano.
"Los uruguayos tenemos cierta tendencia a creer que nuestro país existe, pero el mundo no se entera. Los grandes medios de comunicación, los que tienen influencia universal, jamás mencionan a esta nación chiquita y perdida al sur del mapa.
Por excepción, la prensa británica se ocupó de nosotros, en vísperas de la visita del príncipe Carlos. Entonces, el prestigioso diario "THE TIMES" informó a sus lectores que la ley uruguaya autoriza al marido traicionado a cortar la nariz de la esposa infiel y a castrar al amante. THE TIMES atribuyó a nuestra vida conyugal esas malas costumbres de las tropas coloniales británicas: se agradece la gentileza, pero la verdad que tan bajo no hemos caído. Este país bárbaro, que abolió los castigos corporales en las escuelas ciento veinte años antes que Gran Bretaña, no es lo que parece ser cuando se lo mira desde arriba para abajo y desde lejos. Si los periodistas se bajaran del avión, podrían llevarse algunas sorpresas.
Los uruguayos somos poquitos, nada más que tres millones. Cabemos, todos, en un solo barrio de cualquiera de las grandes ciudades del mundo. Tres millones de anarquistas conservadores: no nos gusta que nadie nos mande, y nos cuesta cambiar. Cuando nos decidimos a cambiar, la cosa va enserio. Ahora soplan, en el país, buenos vientos de cambio. Ya va siendo hora de que nos dejemos de ser testigos de nuestras desgracias. Uruguay lleva mucho tiempo estacionado en su propia decadencia, desde las épocas en que supimos estar en la vanguardia de todo. Los protagonistas se habían vuelto espectadores. Tres millones de ideólogos políticos, y la política práctica en manos de los politiqueros que han convertido los derechos ciudadanos en favores del poder; tres millones de directores técnicos de fútbol, y el fútbol uruguayo viviendo de la nostalgia; tres millones de críticos de cine, y el cine nacional no ha pasado de ser una esperanza.
El país que es vive en perpetua contradicción con el país que fue. La jornada de trabajo de ocho horas se impuso por ley, en Uruguay un año antes que en Estados Unidos y cuatro años antes que en Francia; pero hoy en día encontrar trabajo es un milagro, y más milagro es llenar la olla trabajando nada más que ocho horas: sólo Jesús podría, si fuese uruguayo y si fuera capaz de multiplicar los panes y los peces.
Uruguay tuvo ley de divorcio setenta años antes que España, y voto femenino antes que Francia……………..
Este sistema, cansado y estéril, no sólo traiciona su propia memoria: además, sobrevive en contradicción perpetua con la realidad. ………………………………….. ………
En materia de contradicciones entre el poder y la realidad, ganamos los campeonatos mundiales que el fútbol nos niega. En el mapa, rodeado por sus grandes vecinos, el Uruguay parece enano. No tanto. Tenemos cinco veces más tierra que Holanda, y cinco veces menos habitantes. Tenemos más tierra cultivable que Japón, y una población cuarenta veces menor. Sin embargo, son muchos los uruguayos que emigran, porque aquí no encuentran su lugar bajo el sol. Una población escasa y envejecida; pocos niños nacen, en las calles se ven más sillas de ruedas que cochecitos de bebés. Cuando esos pocos niños crecen, el país los expulsa. Exportamos jóvenes. Hay uruguayos hasta en Alaska y Hawai. Hace veinte años, la dictadura militar arrojó a mucha gente al exilio. En plena democracia, la economía condena al destierro a mucha gente más. La economía está manejada por los banqueros, que practican el socialismo socializando sus fraudulentas bancarrotas y practican el capitalismo ofreciendo un país de servicios. Para entrar por la puerta de servicio al mercado mundial, nos reducen a un santuario financiero con secreto bancario, cuatro vacas atrás, y vista al mar. En esa economía, la gente sobra, por poca que sea.
Modestia aparte, todo hay que decirlo, también por buenos motivos merecíamos figurar en la guía de los GUINNESS. Durante la dictadura militar, no hubo en Uruguay ni un solo intelectual importante, ni científico relevante, ni artista representativo, ni uno solo, dispuesto a aplaudir a los mandones. Y en los tiempos que corren, ya en democracia, Uruguay fue el único país en el mundo que derrotó las privatizaciones en consulta popular: En el plebiscito del 92, el 72 por ciento de los uruguayos decidió que los servicios públicos esenciales seguirán siendo públicos. La noticia no mereció ni una sola línea en la prensa mundial, aunque era una insólita prueba de sentido común. La experiencia de otros países latinoamericanos nos enseña que las privatizaciones pueden engordar las cuentas privadas de algunos políticos, pero duplican la deuda externa, como ocurrió en Argentina, Brasil, Chile y México en los últimos diez años; y las privatizaciones humillan, a precio de banana, la soberanía.
El habitual silencio de los grandes medios de comunicación evitó cualquier mínima posibilidad de que el plebiscito contagiara su ejemplo fuera de fronteras. Pero, fronteras adentro, aquel acto colectivo de afirmación nacional a contraviento, aquel sacrilegio contra la dictadura universal del dinero, anunció que estaba viva la energía de dignidad que el terror militar había querido aniquilar.
Valgan estas líneas, si de algo valen, como un fundamento de voto por el SI. Ojalá las urnas confirmen, en las elecciones venideras, la vocación respondona en este paradójico país, donde yo nací y volvería a nacer: - Eduardo Galeano
Escrito en febrero de 2004
0 comentarios